Un número creciente de mujeres está recurriendo a tratamientos con testosterona, buscando un remedio no sólo para la disminución de la libido sino también para una variedad de síntomas asociados con el envejecimiento y la perimenopausia. Esta tendencia, impulsada por informes anecdóticos que circulan en plataformas de redes sociales como TikTok y defendida por figuras como Halle Berry y estrellas de Real Housewives, ha provocado un debate sobre la eficacia, seguridad y ética del uso de esta hormona tradicionalmente asociada a los hombres en las mujeres.
Si bien la testosterona desempeña un papel crucial en ambos sexos, su producción disminuye naturalmente con la edad tanto en hombres como en mujeres. En las mujeres, esta disminución puede manifestarse como disminución de la libido, niveles más bajos de energía y cambios de humor. Aunque la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) no ha aprobado la terapia con testosterona específicamente para estos síntomas de la menopausia, algunas mujeres la buscan “fuera de etiqueta”, a menudo en clínicas privadas en lugar de proveedores de atención médica tradicionales.
La vacilación de la FDA se debe principalmente a la falta de estudios sólidos a largo plazo que demuestren tanto la eficacia como la seguridad de los tratamientos con testosterona para las mujeres. Un estudio notable realizado por Procter & Gamble a principios de la década de 2000 mostró resultados prometedores con respecto a la mejora de la libido, pero coincidió con otro estudio que planteaba preocupaciones sobre los riesgos de cáncer de mama asociados con la terapia hormonal para la menopausia. Esto desencadenó una cautela generalizada en torno a las terapias hormonales para mujeres, lo que finalmente llevó al estancamiento de la aprobación de la FDA.
Sin embargo, esto no ha disuadido a muchas mujeres que encuentran testosterona en línea y en clínicas alternativas. La periodista Susan Dominus, en su reciente artículo en la revista New York Times, documentó las diversas experiencias de estas mujeres que tomaron testosterona en dosis más altas, a veces excediendo los niveles experimentados naturalmente incluso durante su juventud. Algunos informan profundos beneficios: aumento de la libido, mayor energía, mejora de la masa muscular y una renovada sensación de vitalidad.
Pero también hay desventajas notables que reportan algunos usuarios: pérdida de cabello, crecimiento de vello facial no deseado y cambios de humor que van desde irritabilidad hasta arrebatos agresivos.
Dominus enfatiza que estas experiencias a menudo se desarrollan en ausencia de una supervisión médica clara, y muchas clínicas operan fuera de las regulaciones y la cobertura de seguro de la FDA. Esto crea una situación financieramente precaria para las mujeres, a quienes con frecuencia se las alienta a comprar pastillas o cremas costosas sin evaluaciones adecuadas a largo plazo de los riesgos y beneficios potenciales. La falta de ensayos clínicos sólidos complica aún más la cuestión.
Añadiendo otra capa a esta compleja conversación está la conexión emergente entre altas dosis de testosterona en las mujeres y las prácticas de afirmación de género. Dominus señala que algunas mujeres conservadoras, particularmente aquellas que buscan una personalidad más “esposa”, encuentran resonancia con los efectos masculinizantes de la testosterona a pesar de su asociación tradicional con la identidad masculina. Esta intersección subraya los debates sociales más amplios sobre las normas de género y los diversos caminos que los individuos pueden elegir para la autoexpresión y la autonomía corporal.
La creciente tendencia de las mujeres a utilizar testosterona exige una mayor exploración. A medida que evoluciona la comprensión científica y las historias individuales ganan mayor visibilidad, es crucial fomentar diálogos abiertos que aborden tanto los beneficios potenciales como los riesgos inherentes asociados con este tratamiento cada vez más popular pero en gran medida no regulado.





























